Desorden; valores invertidos; la zorra cuidando el
gallinero; el Estado liviano, líquido, evanescente; el interés general
convertido en simple coartada del marketing político. No queda otra que volver
a insistir; aprendiendo de Sísifo, pero esperando tener mejor suerte y que
alguna vez la piedra corone una loma de la montaña.
Estupidez; la de la gente que calla y otorga; o peor aún,
que no calla sino que grita contra aquellos que deberían ser sus hermanos o sus
aliados. Me temo que la España de Telecinco supera ampliamente a la de TVE-2
(no quiero hacer política hablando de la Sexta); cada vez me horroriza más ver
el contagio de los chillidos de Sálvame, a otros programas en formato de
presunta tertulia. Imposible avanzar hacia la verdad, cuando a nadie parece
interesarle lo más mínimo descubrirla.
Estoy claramente pesimista; quizás más hastiado que triste;
me falta ese plus de energía para ir contracorriente sin perder el buen humor,
y sin amargarle la vida a los demás; especialmente a los más
jóvenes; que
tienen mucho más derecho a la esperanza.
Por ellos, tocará reinventarse cada mañana; cada vuelta a
los calores del Agosto madrileño… Y toca hacerlo sin conservadurismo, pero
buscando un punto de apoyo, un centro de gravedad permanente en los valores,
que nos permita mantener nuestra particular biografía moral y a ser posible
mejorarla.
Como decía Franco Batiato en una proclama contra la
postmodernidad… “Cerco un centro di
gravita' permanente Che non mi faccia mai cambiare idea sulle cose sulla gente…”
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