Crónica de un apátrida emocional,
informando desde
la capital del Reino. La marea Españo-céntrica avanza.
La
compasión con víctimas de
brutalidad se esfuma en un par de días, alimentada por casos de exageración de
daños.
Las
imágenes de niños y vallecanos
votando repetidamente tienen el buscado efecto "Piolín" de
ridiculizar el relato.
El
maltrato a los guardias civiles y
policías en hoteles mueve a la simpatía de sus parroquianos de este lado.
La
humillación escolar a hijos de las fuerzas del orden o a españolistas del
vecindario es eficaz gasolina para el odio peninsular.
El
pacifismo del proceso queda desbordado por la ira patriótica o el gamberrismo
incontrolable, que se dirige a los débiles que se tienen más a mano: ¿peligro
de iniciar una particular limpieza étnica en pequeños lugares que luego no es
fácilmente reversible?.
Y va
el joven monarca y se pone en plan JuanCar 23-F, a ganarse la plaza fija para su
dinastía. Y hace de padre del Antiguo
Testamento recordando que sigue habiendo
Estado, mucho Estado, ... y gusta el mensaje a todo el que añora la seguridad
de un padre en un mundo incierto y amenazador.
Los
que no nos emocionamos con banderas
e himnos vemos este juego como pierdo yo + pierdes tu =
perdemos todos… y mucho. ¿Cuánto peor mejor?: esto ya no me
lo creo de ninguna manera.
El
gobierno catalán puede creer que se ha ganado moralmente el derecho a la independencia, pero al
final esto puede ser igual de práctico que mi
derecho a la felicidad o a la salud. Si no tiene fuerza para ganar (tema a
valorar por estrategas de mente fría y calculadora), mejor recular y aprovechar lo obtenido pidiendo el cupo Vasco
o la ordinalidad en la asignación fiscal. ¡Hacer caja, vaya! Un poco al estilo
clásico PNV… A estas alturas una marrullería deseable, comparada con la
alternativa.
Menos
pasión y más reflexión. Faltan
muchas y buenas palabras.
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