domingo, 22 de marzo de 2020

RELACIÓN ENTRE EXPERTOS Y AUTORIDADES, EN CASOS DE EMERGENCIAS DE SALUD PÚBLICA



Los expertos tienen ventajas: acumulan conocimiento de forma exhaustiva y actualizada. Pero por eso tienen inconvenientes; las llamadas 3M: Miopía (ven sólo su territorio), Megalomanía (su especialidad es la más importante), y Melancolía (tristeza y rabia cuando no les hacen todo el caso que creen merecer).

Los consejos de los expertos maximizan la visión de cada cual: si son microbiólogos, tienden a propugnar el distanciamiento social mayor y el confinamiento doméstico más estricto; si son economistas, tienden a dar más importancia al impacto en la producción de bienes y servicios, y que se desencadene un pérdida irreparable de trama productiva y puestos de trabajo. Los clínicos buscan desesperadamente protegerse, encontrar respiradores, y dar con un buen tratamiento. Los investigadores todo lo fían a la carrera por encontrar la vacuna que acabe con el virus.

Gracias a la Miopía consiguen escapar de la ingrata tarea de ver el mundo desde diferentes perspectivas, para tomar decisiones difíciles. Afortunadamente, para estas situaciones se han inventado los políticos y responsables institucionales, que deben tomar decisiones (o no tomarlas, que es otra forma de tomarlas), y asumir la culpa flotante de todos los que han sido damnificados; también recibir las críticas de todos los “expertos monoclonales”, que acaban enfurruñados porque inevitablemente se frustra su “solución final” al tener que hacerla compatible con otras visiones y problemas. Los políticos son expertos en centrifugar la culpa para que otros carguen con el coste de imagen y electoral.

Los responsables y gestores institucionales, y los epidemiólogos y demás salubristas, han de tener una visión sintética,inevitablemente. Estos sufren especialmente, porque están en medio de los especialistas y los decisores políticos. Triste suerte la de los “generalistas” que han de moverse entre todos los territorios, sin tener ninguno como propio. 

Por lo anterior conviene encerrar en una sala a los expertos, para minimizar su miopía y megalomanía (obligarles a que se escuchen mutuamente), y relajar las críticas a los decisores hasta que tenga sentido hacerlas, desde la perspectiva del aprendizaje colectivo y de la eventual responsabilidad.

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