La Gestión Clínica es útil y necesaria siempre y en todo
caso, porque responde a una necesidad de fundamentar, coordinar y mejorar la
práctica clínica; pero su vuelo será corto si no se crean las condiciones para
que se desarrolle:
- Tras cinco años de crisis y recortes presupuestarios, es la hora de crear un escenario de recuperación de la confianza: marco presupuestario suficiente y estable; abolir esta absurda promesa de Montoro a Bruselas de reducir el gasto sanitario público al 5,3%; y dejar de dar sustos de recortes súbitos a lo largo de cada año: estabilidad significa presupuestos realistas y negociados, que sirvan para gestionar; y no juego de espejos donde nunca nadie sabe lo que se tiene o lo que se debe. Simplemente trasparencia: saber todos las reglas de juego antes de empezar a jugar.
- Y para gestionar se necesitan gestores profesionales y con autoridad; no gerentes nombrados a dedo y timoratos ante cualquier brizna de aire político que pueda moverles la silla; es lo que llamamos gerentes cortesanos, que prestan más atención a los gestos, el humor, y los caprichos de los altos cargos políticos que al clima organizativo de sus centros sanitarios; son también gerentes atolondrados, porque no tienen señales claras para trabajar: si recortan como quiere Hacienda surgen enfados y a veces problemas serios; y entonces les cesan por mala gestión; si no recortan también pueden cesarle por no cumplir los objetivos de gasto; la mejor apuesta es dejarse ver en las moquetas del poder y en los canapés de la industria, para blindarse ante riesgos de discontinuidad laboral.
- Y también para gestionar se necesitan instrumentos: de gestión económico presupuestaria, de personal y de compras y contratación; y los principales han sido secuestrados por las Consejerías de Hacienda y Función Pública; cuando se trasfirió la competencia sanitaria, las autonomías la absorbieron con fruición para engrandecer con su dinero y su personal el proyecto imperial de creación de mini-estados (y no me refiero sólo a las CCAA históricas); y dejaron a las autoridades sanitarias autonómicas y a los gerentes de primera línea para hacer como que gestionaban, forzándoles a dar la cara ante los problemas, y obligándoles como loritos a repetir los mantras político-técnicos al uso en cada lugar (agravios históricos y desigualdades injustas con los vecinos incluidas).
Por lo tanto: prescribiríamos Buen Gobierno con sus cinco
componentes: Rendición de Cuentas, Trasparencia, Participación, Inteligencia e
Integridad; con ellos conseguiríamos crear órganos de gobierno colegiados en
los centros sanitarios, contratos de gestión creíbles y enlazados con el
presupuesto, directivos profesionales
que son nombrados y reportan al órgano de gobierno y al contrato de gestión
establecido, y un clima laboral centrado en la cantidad y calidad de los
servicios producidos, y en su impacto en la salud de pacientes y población
(si... en esas cosas para las que se supone que estamos, y de las cuales nunca
se habla).
Contra lo que se suele pensar, opino que la Gestión Clínica
no es hacer las cosas más difíciles, ni aprender economía ni matricular a los
médicos en una escuela de negocios para que sepan derecho y contabilidad. Muy
al contrario; se trata de DE-CONSTRUIR la estéril jungla burocrática y la
insensata complejidad gerencialista; combinación peligrosísima porque nos deja
paralizados, inermes y sin capacidad de respuesta.
Ah... y otra cosa... la Gestión Clínica también la podemos
estropear desde dentro; por ejemplo con esta tontuna de empezar a discutir si
un enfermero, un farmacéutico, un biólogo o un lo que sea pueden ser o no
JEFES. Suena un poco a eso de pelearse por la piel del oso antes de haberlo
cazado. La medicina actual es muy compleja; en los próximos 20 años se hará más
multiprofesional y los procesos asistenciales se enriquecerán con la
participación de diferentes profesiones y especialidades.
Sabemos que los médicos tendrán un inevitable liderazgo: no
porque lo digan las leyes, o porque lo reclame un colegio o un sindicato. Es
porque en la naturaleza de la profesión médica está la decisión clínica total e
integradora, que incorpora de manera holística y dinámica la comprensión de las
necesidades del paciente (lo que la medicina podría hacer en condiciones
óptimas), los medios existentes en un momento y lugar concreto (lo que la red
sanitaria tiene en funcionamiento), y las demandas y preferencias del paciente.
Ningún otro profesional va a poder hacerlo (ni a querer hacerlo); porque esto
entraña un tipo de responsabilidad feroz y sobrecogedora, de esas que luego no
ayudan a conciliar el sueño; de hecho muchos de los médicos intentan vanamente
escapar de este destino a través de la superespecialización y trasmutación en
tecnólogos.
El riesgo no es que una enfermera "nos mande"; la
probabilidad de que esto ocurra es baja (o bajísima); pero la probabilidad y peligro grave y real
es que un GERENTE CORTESANO, aliado con una CONSEJERÍA DE PARTIDO POLÍTICO, se
meta por medio para que las jefaturas de unidad clínica se politicen y queden
capturadas por esta venenosa tendencia; el JEFE CLÍNICO CORTESANO es el
verdadero peligro; que juntado con la INTERINIDAD masiva, y la mala calidad de
empleo, se tornaría en un modelo de REINOS DE TAIFAS de especialidad, emulando
lo peor de los cotos cerrados de las cátedras de universidad.
Por eso creo que la receta de BUEN GOBIERNO es la
fundamental; e incluso recomendaría a la medicina que fuera generosa e
inclusiva con otras profesiones, compartiendo legitimación y respeto, evitando menosprecios
y hostilidad, y señalando el camino que inevitablemente debemos recorrer
juntos.
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