Pero para ser justos, hay otros complementos
retributivos que no solemos cuestionar, y que les pasa lo mismo… la antigüedad
o la carrera profesional; ambos buscan fidelizar al profesional
con el empleo público, y la carrera debería además añadir un estímulo al
desarrollo profesional continuo y una recompensa de la excelencia alcanzada (corramos
un tupido velo sobre la escasa meritocracia de nuestras carreras profesionales).
En términos generales, un complemento de exclusiva
dedicación podría buscar tres propósitos: a) evitar los conflictos de interés
entre la práctica pública y la privada; b) reducir la fatiga generada por desempeñar
un trabajo complementario para optimizar el rendimiento en la jornada
contratada; y c) aumentar la disponibilidad temporal para guardias y turnos
extra que pueden requerirse para adaptar el tiempo personal a los
requerimientos del trabajo.
Ninguno de los anteriores
propósitos tienen que ver con el axioma “ante
la misma función, misma responsabilidad y mismo horario, igual remuneración”,
que era el principal argumento de desautorización del complemento de exclusiva
dedicación formulado recientemente por el Vocal de Hospitales de la
Organización Médica Colegial.
Y no tienen que ver con el axioma, porque ni siquiera lo
pretenden (como tampoco la antigüedad o la carrera); simplemente se dirigen a
modular otras dimensiones de la relación contractual. Por ejemplo, un centro privado como la Clínica Universitaria
de Navarra, utiliza y exhibe la exclusiva dedicación de su personal como un
elemento de calidad y garantía para sus pacientes en el marketing institucional
http://www.cun.es/nuestros-profesionales
El conflicto de interés no es un tema menor: al estar en
ambos sectores existe una clara tentación de trasfundir pacientes de la mañana
a la tarde (para verles como pacientes privados), y de la tarde a la mañana
(para hacerles pruebas o adelantarles en listas de espera para procedimientos o
intervenciones). Esta tentación se minimiza cuando se tratan condiciones con
aseguramiento separado (tráfico,
laborales, deportes, seguros privados…); pero en la sala de espera privada al
final convergen todo tipo de pacientes y regímenes de aseguramiento. Negar el
conflicto de interés no es razonable, y cualquier inspector médico puede
atestiguar una amplia casuística de problemas disciplinarios que acaban
emergiendo en este escenario.
Una cosa es identificar un problema, y otra saber cómo
solucionarlo. La simplicidad de imponer la absoluta incompatibilidad del puesto
público con la práctica privada tiene efectos secundarios muy importantes; no
sólo por la conflictividad o por los costes de la reclamación expropiatoria de “derechos adquiridos” de los actuales
profesionales. Recordemos que en los países de la Europa del Este la prohibición
de la práctica privada no devino en su desaparición, sino en su ocultación y pervivencia
parásita dentro del hospital público (pagos con sobres bajo la mesa para
acceder a médicos prestigiosos o para adelantarse en la lista de espera) o en
la extra-hospitalaria (“igualas”
mensuales, o regalos sistemáticos para conseguir mejor asistencia o trato).
Hay otros efectos secundarios de exigir la incompatibilidad,
aunque estos son mucho más sutiles y controvertidos. Entremos un poco a
chapotear en este charco:
a) Hay una gran “biodiversidad”
entre los facultativos; diferencias en talento, habilidad, interés, ilusión,
ganas de trabajar, ganas de ganar dinero, etc.; en cada una de las edades del
médico hay un mix de motivación diferente; y además no todos se especializan o dedican
por igual a las especialidades, áreas y procedimientos.
b) Supongamos que existe un cluster de profesionales muy competentes y
muy trabajadores, que alcanzan un nivel de excelencia en el ámbito de
práctica que les posibilita el hospital público. Inmediatamente su reputación y
prestigio sube, y este aumento de valor matutino se transfiere a la tarde; de
tal modo que las posibilidades de ganar mucho dinero con poco trabajo extra en el
sector privado, aumentan exponencialmente para este grupo de médicos.
c) Algunos dirían que apropiarse por la tarde del valor generado
en la mañana es injusto; puede ser en parte cierto, pero siempre debemos
recordar que buena parte de la curva de aprendizaje y experiencia que conduce a
la excelencia se genera por el estudio y esfuerzo personal del facultativo
laborioso y enamorado de su profesión.
d) Pero justo o injusto, es un
hecho de que el facultativo excelente en la mañana, tiene un valor añadido
mayor por la tarde; y en ocasiones, si se le fuerza a abandonar su puesto de
mañana en el hospital público, se le
planteará el dilema de si le merece la pena seguir en el hospital, o rentabilizará
mejor su esfuerzo pasándose con armas y bagaje a trabajar sólo en el sector
privado. Y si se va, entonces la descapitalización será plena e irremediable.
No parece viable poner cláusulas de no escape durante varios años, como las que
hace el ejército con los pilotos de caza para que no se fuguen a la aviación civil para rentabilizar la formación y experiencia recibida.
Por lo tanto, exigir incompatibilidad puede tener el efecto
secundario de descapitalizar el servicio público de algunos profesionales
excelentes.
Si nos quisiéramos meter en otro charco aún más espeso,
tendríamos que hablar de la necesidad de transparencia y de evitar los abusos
dentro de la profesión.
Transparencia significa que el
trabajo privado debería ser declarado al contratador público para evaluar los
problemas de solapamiento horario o posible conflicto funcional.
Abusos entre colegas se refiere a
la proletarización de residentes y jóvenes especialistas que forman parte del
equipo de primeras figuras (o primeros bisturíes) haciendo el grueso del
trabajo bajo su nombre y prestigio, pero recibiendo solamente migajas de los
rendimientos reales de la facturación;
peor aún si este peaje por la tarde es necesario para obtener renovación del
contrato de la mañana, o ventajas de promoción o mejora en el mismo. La salud
de la profesión médica se resiente mucho con estos desafueros que hacen algunos
BIG-DOCs con los NORMAL-DOCs.
No obstante todo lo anterior, la exclusiva dedicación puede
ser un premio o compensación que facilite una opción de permanencia y
fidelización al personal, sin que sea preciso exigirlo con carácter
obligatorio. E incluso puede ser un mérito preferente para las jefaturas de
unidad (otro debate, particularmente en Andalucía), ya que los conflictos de
interés son más relevantes para alguien que ha de dirigir y liderar una unidad
de gestión clínica; incluso en este caso no sería del todo prudente obligarse
siempre y en todo lugar a exigir la exclusividad, porque pueda haber
situaciones donde el prestigio y la reputación de una figura, o la ausencia de
alternativas, puedan aconsejar aplicar alguna excepción a la regla.
Entiéndase: en el mundo de las empresas privadas este
problema se resuelve más fácil con la fijación bilateral de las retribuciones y
condiciones de trabajo, que además no son públicas; al estar sometidos en la
función pública a una homogeneidad y transparencia en las retribuciones,
conviene conservar holguras que nos ayuden a gestionar la gran diversidad de
situaciones que hemos de enfrentar cada día en cada lugar del territorio.
Sin embargo goza de escaso predicamento la idea del pago por
dedicación exclusiva; su descrédito proviene de la experiencia y peripecias
vividas en estos años: la dificultad de control, seguida de la falta de
control, y completada por la no penalización de las conductas fraudulentas, ha
llevado a que se los que cumplen se enojen con los que cobran y no cumplen, y a
que el conjunto del sistema pierda credibilidad. Otra vez el mal gobierno,
combinado con la pillería y marrullería de algunos, que tiende a generalizarse,
porque el virtuoso en un mar de corsarios pasa a ser un tonto o un mártir.
Por lo tanto, no sería ilegítimo ni estúpido que los
servicios regionales de salud quisieran premiar la dedicación exclusiva, pese a
que no se estuviera retribuyendo directamente ni el estar, ni el hacer, ni el
hacer bien. O incluso estar premiando en “no hacer” (no hacer trabajo privado).
Pero todos desconfían de que su aplicación sea correcta, sistemática y justa.
¿Por qué no visualizar otras alternativas?: redefinir la
exclusiva dedicación como una extensión de jornada hacia la tarde, que permita
de forma efectiva mantener activas las unidades clínicas ambulatorias
(consultas, exploraciones funcionales, intervenciones quirúrgicas, consultas de
alta resolución, etc.) más allá de la magra jornada matutina, que acaba cuando
las campanadas de las dos hacen que muchos corran recogiendo los trastos a la
carroza que está en el parking para
evitar que se convierta en calabaza (como le pasó a Cenicienta).
Y quizás substituir con una turnicidad razonable y flexible
de tarde, tanta guardia de planta de especialidades de presencia física, que
podría ser parcialmente permutada por guardias localizadas apoyadas con
tele-consulta móvil de los especialistas.
Creo honestamente que existen nuevas combinaciones donde
podemos ganar todos en racionalidad técnica y calidad de vida laboral. Más
flexibilidad en los hospitales y la atención primaria para adaptar las reglas
de gestión de recursos humanos a las peculiaridades y la biodiversidad. Pero no
renunciar a recompensar la mayor dedicación al trabajo público, ni la reducción
de conflictos de interés que enrarecen la vida cotidiana y aumentan la
suspicacia.
Sería bonito un mundo sencillo, homogéneo, predecible… pero
como dice Menken “Para cada problema complejo hay una solución simple, clara y
equivocada”. Y en cuestiones de personal nos encontraremos con frecuencia con
dilemas, que más que solución solamente
tienen apaño.
Eppur si muove…
una asunto colateral : ¿es bueno o malo que algunas CCAA que no exigen la dedicacion exclusiva hayan creado una tasa para recaudar cada vez que un funcionario solicita la compatibilidad? . debe ser muy bueno idea, cuando callan tanto los favorables como los contrarios a la exclusiva
ResponderEliminarCuando se ponen tasas hay que considerar si se trata de un bien público, un bien preferente o bien privado (y si merece la pena, pues a veces lo que se gasta en recaudar es más que lo conseguido). Siendo justos, si hay que pagar por hacerse el DNI (obligatorio), sería difícil justificar que un trámite para compatibilizar el puesto público con un puesto privado que va a generar ingresos fuera gratuito; pero seguramente lo más sencillo es que se hiciera de oficio y gratis... es un mero trámite administrativo...
ResponderEliminarTema muy interesante y polémico, probablemente uno de los puntos centrales de debate, para iniciar la reconstrucción de la sanidad pública. Abogo por redefinir la dedicación exclusiva como voluntaria, con remuneración en tramos y diferentes perfiles, en horario de tarde o de mañana, para aquellos hospitales en los que ya se trabaja en horario habitual de tarde (créanme y doy fe que existen en el sistema público y en Madrid). Un tramo inicial sería requisito imprescindible y remunerado para pasar de forma obligatoria a los siguientes; los siguientes, podrían ser ajustados según el perfil, definido por tiempo de dedicación en horario extraordinario, de mañana o tarde, que permitan mantener efectivas las unidades clínicas, todas o aquellas que así lo necesiten.
ResponderEliminarAfortunadamente para el sistema público, las mañanas y/o las tardes de “algunos” hospitales y servicios sanitarios, no son ni tan magras, ni tan concerniente a cuentos, porque de serlo, muchas cenicientas, no pocos días encontrarían solo calabazas, en lugar de carrozas; lo bueno de ello, que este hecho no les importa porque gracias a él, ni pierden el zapato de cristal, ni pierden la oportunidad de terminar la velada con el “Príncipe”. Yo apuesto porque la magia continúe, que la magia no termine a la medianoche.