Si una plaza vacante de facultativo especialista se interiniza o eventualiza, se crea una relación de dependencia mutua entre los contratadores (institución y jefe
clínico) y el contratado.
Al cabo del tiempo, este interino o eventual eternizado es uno más de la familia: si es bueno,
se le quiere por su excelente desempeño; si es normal, porque ya se ha acoplado
a áreas de subespecialidad, procesos y procedimientos que requieren curvas de
experiencia y adaptación muy costosas; incluso, si es mediocre, se le quiere porque
es “nuestro mediocre”, y al ser de la familia se contrae una deuda moral basada
en la costumbre y la compasión. Sólo los peligrosamente ineptos, los
incumplidores, o los tóxicos, llegan a saturar la paciencia de los que conviven
en el servicio, y pueden ser expulsados de la tribu a la primera de cambio (que
no siempre ocurre…).
Como los demás centros y servicios sanitarios hacen lo mismo…
el especialista joven que no se ancle en el servicio donde hizo la
especialidad, o en uno próximo donde pueda echar raíces… se encontrará a la intemperie profesional. Si hace el
hatillo y marcha al extranjero, puede ser que nunca pueda volver… porque los
huecos se van cerrando a sus espaldas.
Se va preparando una tormenta
perfecta: en forma de pregunta… ¿se
sacan las vacantes a concurso o no?; cuando el número se acumula y rebasa el
30%, y la temporalidad se vuelve añosa y estructural, cunde el pánico: ¿cómo no lo vamos a sacar las vacantes para
fijar la plantilla?; ¿cómo vamos a tener más de ocho o diez años en
precario a un profesional?; ¿qué maltrato es este, y cómo puede arreglar su
vida personal y familiar en esta circunstancia de temporalidad?
… Pero, aparece el nubarrón en el horizonte: ¿y qué pasa si la plaza la saca OTRO que
no es el que lleva toda su vida con nosotros?
Y aquí se va configurando el DILEMA: los principios de igualdad, mérito o capacidad en el acceso
al empleo público se proyectan en concursos-oposiciones, donde el baremo premia
méritos, pero no puede asegurar que “la
plaza sea para el candidato interno que la ocupa”; y en la oposición
(examen), es lógico pensar que los médicos recién acabados tienen mayor
frescura y amplitud cognitiva como para responder bien a lo que se puede-suele
preguntar en formatos de examen test.
Y el DILEMA se
construye sin solución justa posible: los candidatos
internos pueden reivindicar derecho por haber sacrificado años de su vida
laboral en un centro o servicio, y utilidad por ser los únicos que no generarán
un coste de incorporación, adaptación y curva de experiencia. Estas claras
ventajas se unen al principio de inercia de los gestores, y a la empatía lógica
de los colegas del propio centro; pero no consiguen disipar los problemas
legales, ni tampoco ocultar el “pecado
original” por el cual iniciaron su vinculación al centro: ser conocidos y
reclamados localmente por los clínicos del centro, o aceptados tras una
contratación eventual o casual vía bolsa de empleo o substitución coyuntural…
… Y los candidatos
externos pueden exhibir sus méritos y conocimientos especialistas como un
argumento legal y legítimo para exigir un concurso-oposición justo, que pueda
permitirles el acceso a puestos hoy ocupados por colegas interinos o
eventuales. En ocasiones los que pugnan por las plazas pueden ser médicos con
un desarrollo profesional y científico notable en el extranjero o en otras CCAA
(ese territorio cuasi-extranjero que hemos ido creando en este fragmentado
Sistema Nacional de Salud).
Reconozco que no sé cómo despejar este DILEMA una vez que se ha creado. Pero sus efectos son devastadores: porque incentivan comportamientos de
alteración de baremación y examen que incurren en el arbitrismo, y bordean la
ilegalidad. Y crean más división entre ellos y nosotros, jóvenes y añosos,
locales y foráneos… La medicina española no se merece esta nueva fragmentación
y crispación, que es evitable en origen.
Por eso, creo que la
prioridad actual es evitar el problema futuro: el cambio en el sistema de
dotación de plazas del personal estatutario, particularmente en el caso de los
médicos, de forma que cuando una plaza quede vacante (o cuando lo vaya a ser
por calendario conocido de jubilación), salga a concurso inmediatamente, y en
pocos meses se sustancie su dotación como personal estatutario fijo (o laboral
fijo en caso de ser plantillas no estatutarizadas).
PLAZA VACANTE, PLAZA CONVOCADA, y PLAZA
RESUELTA en el mínimo tiempo posible…
Este “SISTEMA ABIERTO
Y PERMANENTE” de dotación de plazas en el SNS pasa a ser una prioridad para
su funcionamiento adecuado, para la calidad del servicio, para la calidad de
empleo y vida de nuestros facultativos, y … para reconstruir la necesaria hermandad entre los profesionales de la
medicina.
Hay salidas al dilema; y en ella todos ganamos; pero hay que
salir de la inercia y la miopía, y
engrasar el proceso de cambio con una buena dosis de talento, y con un poquito
de confianza mutua y generosidad.
Para ampliar esta propuesta de Sistema Abierto y Permanente,
se pude consultar a este artículo de Acta Sanitaria…
Excelente apreciación.
ResponderEliminarExactamente igual para los traslados: "concurso abierto y permanente de Traslados", no a las Comisiones de Servicio como traslados enmascarados.
Solo hace falta romper el nudo gordiano con que nos encontramos ahora, ese de altísimas tasas de temporalidad/precariedad y de compañeros pendientes de traslado, circunstancia que, por desgracia, no nos es desconocida. Pero resolver ese problema, para el que hacen falta altas dosis de pragmatismo, debe ir a acompañado con la puesta en práctica de las soluciones que proponen en el blog, así como de otras que permitan identificar correctamente las necesidades de profesionales y las competencias que para determinados puestos se necesitan en el SNS. Pero sin olvidar que lo mejor es enemigo de lo bueno (la conocida falacia de Nirvana de Voltaire) y que esa quimera nos atenace. Urgen soluciones, sin repetir errores
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