Parece que hemos confundido la necesidad secular de seguridad económica por el deseo de riqueza.
La seguridad económica es un deseo lógico, porque nos protege de la incertidumbre, el infortunio y la ruina. Y nos permite extender a nuestros hijos y seres queridos esta protección.
Pero si la confundimos con la riqueza nos adentramos en una opción individualista, que no sólo no es la única posible, sino la que tiene efectos colaterales más destructivos sobre la persona y la sociedad.
El rico con frecuencia se intoxica de su afán de acumulación; nunca es suficiente; ganar dinero se torna en un objetivo en si mismo; proteger la riqueza le aleja de otras personas: no sólo son gastos de seguridad y protección personal; los lazos familiares y de amistad se debilitan porque siempre hay la sospecha de que los otros se quieren aprovechar de la opulencia ("por interés te quiero Andrés"). Y además, la sociedad inequitativa se vuelve ineficiente, injusta y eventualmente violenta. La avaricia, que está penalizada en todos los códigos morales, parece que es el cemento de la nueva ideología liberal que promete construir sociedades prósperas... Ya lo estamos viendo.
La otra forma de protegernos es a través de la solidaridad social: entre todos es más fácil, porque los riesgos se distribuyen entre amplios colectivos, y el infortunio se comparte: así lo demostramos en sanidad pública, donde juntando riesgos podemos proteger a ese 5% de personas que enferman gravemente y tendrían que afrontar gastos inasequibles y una ruina total.
Además... se crean lazos nuevos que cohesionan la sociedad; se comparte y reparte trabajo y tiempo libre; la mejor distribución de la renta mejora la economía; y con el nivel de desarrollo actual de la fuerzas productivas, podemos asumir sociedades de alta equidad y bienestar si somos capaces de confiar y crear seguridad económica colectiva.
El debate no es más PIB o menos PIB; porque no todo el PIB es socialmente eficiente ni éticamente decente... El próximo reto social es la igualdad y la protección social mutual y colectiva... ¿podremos?
La seguridad económica es un deseo lógico, porque nos protege de la incertidumbre, el infortunio y la ruina. Y nos permite extender a nuestros hijos y seres queridos esta protección.
Pero si la confundimos con la riqueza nos adentramos en una opción individualista, que no sólo no es la única posible, sino la que tiene efectos colaterales más destructivos sobre la persona y la sociedad.
El rico con frecuencia se intoxica de su afán de acumulación; nunca es suficiente; ganar dinero se torna en un objetivo en si mismo; proteger la riqueza le aleja de otras personas: no sólo son gastos de seguridad y protección personal; los lazos familiares y de amistad se debilitan porque siempre hay la sospecha de que los otros se quieren aprovechar de la opulencia ("por interés te quiero Andrés"). Y además, la sociedad inequitativa se vuelve ineficiente, injusta y eventualmente violenta. La avaricia, que está penalizada en todos los códigos morales, parece que es el cemento de la nueva ideología liberal que promete construir sociedades prósperas... Ya lo estamos viendo.
La otra forma de protegernos es a través de la solidaridad social: entre todos es más fácil, porque los riesgos se distribuyen entre amplios colectivos, y el infortunio se comparte: así lo demostramos en sanidad pública, donde juntando riesgos podemos proteger a ese 5% de personas que enferman gravemente y tendrían que afrontar gastos inasequibles y una ruina total.
Además... se crean lazos nuevos que cohesionan la sociedad; se comparte y reparte trabajo y tiempo libre; la mejor distribución de la renta mejora la economía; y con el nivel de desarrollo actual de la fuerzas productivas, podemos asumir sociedades de alta equidad y bienestar si somos capaces de confiar y crear seguridad económica colectiva.
El debate no es más PIB o menos PIB; porque no todo el PIB es socialmente eficiente ni éticamente decente... El próximo reto social es la igualdad y la protección social mutual y colectiva... ¿podremos?
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