En nuestro marco cultural es habitual que cuando alguien
tiene la mala fortuna de tener una enfermedad grave, se pregunte “¿qué he hecho
yo para merecer esto?”; mejor aún si puede encontrar un culpable al que
endosarle el problema y exigirle reparación o ejecutar venganza.
Lo mismo que piensa
el enfermo lo hacen sus familiares; si son amables consolarán al paciente,
acompañándole en sus especulaciones causales; aunque también pueden ser
criticones y deslizar recriminaciones veladas… “si me hubieras hecho caso… y
hubieras dejado de fumar…”
El sujeto social (la sociedad a través de los responsables
políticos e institucionales) puede también añadir sus propias críticas a los
pacientes cuando aparecen conductas de riesgo que favorecen el problema de
salud o la gravedad de las lesiones y enfermedades (… “iba sin cinturón de
seguridad”…)
En cierta forma el sujeto individual (paciente y su entorno)
y el sujeto colectivo andan pasándose la patata caliente, ya que los posibles
factores de riesgo a veces son claramente sociales (noxas medioambientales)
pero nunca son del todo individuales (el individuo fuma o bebe en un contexto
social que le condiciona). Sin entrar en el vidrioso asunto del “libre albedrío”,
lo cierto es que en ocasiones vemos encendidos debates sobre culpa o
responsabilidad individual o social ante problemas de salud, que son un poco
como los medievales debates sobre el sexo de los ángeles.
No entremos aquí en la versión irracional de la génesis de
la enfermedad: mal de ojo, superstición, posesiones diabólicas, pecados, etc…
Pero tampoco lo olvidemos, porque está mucho más presente de lo que imaginamos detrás
de la pregunta ¿qué he hecho yo para merecer esto?.
Tengo la sensación de que en los países de tradición
católica (sur de Europa), domina más la culpa que la responsabilidad; ésa
última sería más identificable en los
países de tradición protestante o calvinista. La culpa es honda, pero mueve a
la compasión, la confesión y el perdón; la responsabilidad va más directamente
a la reparación del daño. Quizás por eso los debates sobre dejar sin operación
a un fumador por su vicio, puedan darse en el frío norte, pero estén condenados
al fracaso en el cálido sur. Aquí, como mucho, llegamos a pedir a los
deportistas de riesgo que se federen para no tener que pagarles las
consecuencias de su hobby. O también aceptamos que haya “sin taxes” impuestos
al pecado, como en el caso del gravamen del tabaco. Pero en los debates de
prioridad no acabamos de considerar decente el incorporar la responsabilidad de
paciente, por más evidente que pueda ser el oportunismo de su conducta, o la
causalidad de sus actos en su enfermedad.
Casi que prefiero vivir en el sur, porque honestamente creo
que nuestra vida social (cultura) nos condiciona mucho más de lo que parece. Y en caso de duda, apoyar siempre a la parte más débil: el infortunado que ve su vida truncada por un grave problema de salud.
Acabo con una anécdota; me decía un amigo que le paró la
guardia civil por una infracción de tráfico; y empezó el guardia a recriminarle
por la forma de conducir y los riesgos y daños a los que se exponía él y
exponía a otros… en ese momento interpeló al guardia y le dijo… “si me
va a poner multa no me de la brasa… porque multa y regaño a la vez no es justo”.
Culpa y responsabilidad…
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