En el singular
concurso abierto en la Comunidad de Madrid desde hace ya muchos años para conseguir
el despropósito sanitario más grande, Esperanza Aguirre y su epígono Ignacio
González han fichado excelentes ejemplares, que han intentado por todos los
medios superar lo imaginable.
Manuel
Lamela (2003-2007) decidió pasar al imaginario colectivo como el martillo de
los médicos genocidas del Hospital Severo Ochoa, y de paso introducirle el
miedo en el cuerpo a todos los médicos de España que intentaran aliviar el
dolor de los pacientes terminales. El desaguisado fue de muy alto nivel, aunque
ningún tribunal validó su purga inquisitorial: obligó a que la Organización
Médica Colegial y la SECPAL hicieran un documento (Guía de la Sedación
Paliativa: https://www.cgcom.es/sites/default/files/guia_sedaccion_paliativa.pdf
) , para restaurar la normalidad alterada, que en justicia debería haberle
incluido un prólogo dedicado a la gran cagada del político sanitario madrileño.
Que yo sepa no ha pedido excusas.
Juan José
Güemes (2007-2010), joven y atractivo
economista, estuvo más entretenido con obras hospitalarias y externalizaciones;
no alcanzó un perfil muy alto en la contienda por despropósitos, o al menos no
en el escenario público, aunque parece que su relación con el mundo empresarial
llevó a entablar muchas relaciones con amistades peligrosas, de esas que
engrasan luego las puertas giratorias. Al parecer la Sra Aguirre se enfadó con él por tontear co Rajoy y Rato, y no ser tan devoto a su persona como suele esperar y exigir a sus colaboradores. Que yo sepa, no explicó porqué dejo el cargo, justo antes de que la crisis económica se hiciera evidente en la sanidad.
Javier
Fernández Lasquetty (2010-2013) viene al sector en tiempos de vacas flacas: es
un producto de laboratorio, crecido in-vitro desde el barrio de Salamanca,
atravesando las nuevas generaciones del PP Y FAES para aterrizar impoluto en la
sanidad madrileña. Este sí que la lió parda desde octubre de 2012 con un
llamado "Plan de Medidas de Garantía de la
Sostenibilidad del Sistema Sanitario Público de la Comunidad de Madrid", que ponía patas
arriba al Servicio Madrileño de Salud, subastando al sector privado seis
hospitales e instaurando la primacía de la provisión privada y la
externalización como nueva política sanitaria (nunca validada en programa
electoral alguno).
Al lío que montó se le dio el nombre de MAREA BLANCA, y
precipitó otras mareas de colores variados en diversos sectores, e incluso
saltó a otras Comunidades Autónomas y puso de los nervios a otros Consejeros
que andaban aplicados en recortar gastos y no querían ruidos. Claro, que Javier
Lasquetty contó con la ayuda inestimable de un Director General de Hospitales,
Antonio Burgueño, que asesoró con gran creatividad e imaginación desbordante, la realización de medidas tan esperpénticas como
hacer del Hospital de la Princesa un geriátrico de Alta Especialización, o la
de cerrar el Hospital Carlos III como hospital de agudos para también
ancianizarlo ... (¡uy!... decisión de efectos retardados).
Los
tribunales, en el último minuto, descomponen toda la fiesta de privatización
hospitalaria de Madrid, lo que implicó mandar a casa a grupos empresariales
caribeños que habían sembrado de declaraciones pintorescas esta aburrida meseta
española.
La desmesura
lleva a Ignacio González (desde 2012 presi de Madrid por escapada de Esperanza
Aguirre) a buscar un perfil más apacible para que tranquilice el sector, pues
se vienen en 2015 unas elecciones muy reñidas, y con tanto recorte las cosas
van regular tirando a mal. Y aquí es
donde aparece el pacificador Rodríguez...
Javier Rodríguez
Rodríguez asume desde el 28 enero 2014 la dirección de la sanidad de Madrid. El
veterano y cuasi-eterno médico-político del PP que ha chupado banquillo durante
todas las legislaturas que alcanza la memoria a recordar, tenía por fin su
momento de gloria. E Ignacio se lo puso facilón... nada de tocar los cataplines
con más privatizaciones; permitir dar un respiro a eventuales e interinos, y no
seguir pidiendo reducciones extraordinarias en el presupuesto (sólo las
ordinarias).
Era todo un
reto ganar el concurso de despropósitos en estas condiciones. Se necesitaba
algún evento externo que ayudara un poco. Y vino de fuera el Ebola (bueno, más
bien lo trajo Rajoy con una decisión de repatriación que contrastó poco-nada
las condiciones reales de la atención sanitaria y salud pública en Madrid). Pero
incluso con el Ébola, había que competir con muchos otros que también querían
aprovechar la situación para despacharse a gusto y hacer el burro.
Pero sólo un
gran maestro se crece con las dificultades: en sólo dos días de declaraciones
ha conseguido superar de tal manera a todos los Consejeros anteriores que su
dimisión ha sido reivindicada en todo el arco parlamentario y mediático. A la
alarma social y el enfado de los sanitarios, Javier ha añadido una particular
supuración de prepotencia, una bilis de desprecio clasista casposo y
trasnochado, una falta de caridad y compasión con la víctima, y una falta de
respeto a toda las sociedad, con esa chulería con la que nos informó urbi et
orbi que él tenía su vida resuelta, y que nos estaba haciendo un favor llevando
la pesada carga de la sanidad de Madrid...
En cinco
palabras: in-su-pe-ra-ble... lo que otros tardaron años, él lo ha conseguido en
apenas tres días. Sin que aun se haya reunido el jurado, el premio del
despropósito sanitario va a ser para él seguro. Y otros premios nada bonitos
que podrían serle concedidos, y por los que permanecerá en el imaginario
colectivo.
¿No tendrá a
mano el PP de Madrid alguna persona tirando a normalita que nos ayude a llegar
indemnes hasta las próximas elecciones autonómicas?... luego ya (eso espero)
creo que no hará falta que se preocupen del asunto.
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