Hoy me he dado de bruces con esta contradicción: tras bucear
en la prensa y no ver más que pruebas de la innoble condición humana; tras
saborear el gusto amargo de los recuerdos de una semana donde los que quieren
destrozar nuestra sanidad avanzan sin freno ni medida; tras reparar en cómo los
años se acumulan y restan energías al inicio y al final de la jornada; y tras
compartir un rato tierno pero melancólico con los ancianos frágiles que antaño
fueron nuestros providenciales padres… me
he encontrado al salir a la calle con la primavera; por fin un sol franco,
optimista y sonriente.
¿Cómo digerir este contraste? Mi tristeza con su alegría;
nuestra miseria con su magnanimidad…
De pronto viene a mi recuerdo otro contraste; el del
optimismo del buen salvaje que mira por los ojos de la naturaleza en plenitud,
y a la vez se enfrenta a su deber cósmico y aplastante de responder a las expectativas
morales de todo el mundo que le rodea…
Recurro al poeta
Si miro un poco afuera, me detengo
la ciudad se derrumba y yo cantando
la gente que me odia y que me quiere
no me va a perdonar que me distraiga
creen que lo digo todo
que me juego la vida
porque no te conocen, ni te sienten.
Gracias, Silvio; gracias primavera.
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