La soledad no es necesariamente mala...
La soledad es un atributo habitual de una función directiva
responsable.
La autonomía moral también suele apartarnos del rebaño, y éste
suele ser intolerante con el que no se ajusta a lo gregario; el que va a contracorriente en general está mal visto.
Por eso hace falta
fortaleza para asumir posiciones u opiniones, y aceptar una cuota de soledad e
incomprensión. Una fortaleza moral diferente a la que se suele predicar en el mundo político: ser valiente en general significa aplicar recortes a los débiles, mientras que ser inteligentes supone no irritar a los poderosos.
Dicho esto, habría que hablar de otro tipo de soledad; la
del déspota; la del doctrinario o autoritario que impone su visión del mundo o
sus intereses particulares a otras personas o a una sociedad. Aquí, la
fortaleza no es moral, no se basa en principios que buscan el ajuste con la
realidad para servir al interés general (principio de justicia – como “ajuste”).
El déspota devalúa la condición ciudadana de los gobernados,
para convertirlos en súbditos; el déspota ilustrado pretende legitimarse en un
conocimiento mayor y una visión de largo alcance; el déspota democrático
simplemente exhibe como trofeo su mayoría parlamentaria, y con ello se abstiene
de justificar sus acciones, y a veces, incluso de reflexionar sobre las mismas.
Pero, incluso siendo déspota, se puede conducir con cierta
corrección e inteligencia; no hacer gala del poder de las urnas, sino intentar
usar la autoridad de la explicación y la persuasión; así no se confronta la
democracia con la calle, no se alimenta la hostilidad latente entre un sistema
de representación política imperfecto, y una sociedad compleja y diversa.
Me temo que el gobierno de Madrid, y en particular, su
conducta en el conflicto sanitario, está
mostrando un ejemplo de despotismo no ilustrado torpe y ofensivo. No sé
si será herencia del estilo cesarista anterior, pero en todo caso, esta
conducta política agrandará las brechas y seguirá estropeando el clima político
e institucional. Justo lo contrario a lo que ahora necesita España y Madrid.
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