miércoles, 23 de enero de 2013

Racionalidad sanitaria imposible con cafres como éstos.



Cuando hablamos de racionalizar la sanidad, de desinvertir en lo que no añade valor para reinvertir en lo efectivo, con frecuencia analizamos un problema cierto y preocupante: el llamado “encarnizamiento terapéutico”; es un foco relevante de atención porque se combina un gasto sanitario importante, con una magra capacidad de añadir años a la vida, y, sobre todo, muy poca vida (calidad) a los años (o meses) que la medicina puede prolongarla.

Tema delicado, para gestionar con mesura, y siempre contando con lo mejor para el paciente anciano, pluripatológico, frágil o terminal… Medicina sensata y compasiva en lugar de economicismo racionador.
Pero siempre ha desalmados que añaden complejidad y crispación a este delicado debate: sirva de muestra el Ministro de Finanzas de Japón (trascribo un par de párrafos de la noticia recogida en El País:  

El ministro arremetió en una reunión del Consejo Nacional de Seguridad Social contra las tácticas de reanimación y los tratamientos para prolongar de vida, según publica hoy The Guardian. “Se ven obligados a vivir cuando quieren morir. Yo me despertaría sintiéndome mal si sé que el tratamiento está pagado por el Gobierno". El ministro nipón no se quedó ahí. Se refirió a los ancianos que ya no pueden alimentarse a sí mismos como "gente de tubo".
A los pocos días tuvo que rectificar. Reconoció que sus declaraciones habían sido "inadecuadas" en un foro público e insistió en que estaba hablando solo de su preferencia personal. "Es importante que la gente pueda pasar los últimos días de su vida en paz", sentenció.


Pues esto… que con aliados como éstos, no hacen falta enemigos.

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