sábado, 17 de agosto de 2013

Regreso a Madrid: ¡cuánto cuesta enfrentarse con el desorden y la estupidez!


Desorden; valores invertidos; la zorra cuidando el gallinero; el Estado liviano, líquido, evanescente; el interés general convertido en simple coartada del marketing político. No queda otra que volver a insistir; aprendiendo de Sísifo, pero esperando tener mejor suerte y que alguna vez la piedra corone una loma de la montaña.

Estupidez; la de la gente que calla y otorga; o peor aún, que no calla sino que grita contra aquellos que deberían ser sus hermanos o sus aliados. Me temo que la España de Telecinco supera ampliamente a la de TVE-2 (no quiero hacer política hablando de la Sexta); cada vez me horroriza más ver el contagio de los chillidos de Sálvame, a otros programas en formato de presunta tertulia. Imposible avanzar hacia la verdad, cuando a nadie parece interesarle lo más mínimo descubrirla.

Estoy claramente pesimista; quizás más hastiado que triste; me falta ese plus de energía para ir contracorriente sin perder el buen humor, y sin amargarle la vida a los demás; especialmente a los más
jóvenes; que tienen mucho más derecho a la esperanza.

Por ellos, tocará reinventarse cada mañana; cada vuelta a los calores del Agosto madrileño… Y toca hacerlo sin conservadurismo, pero buscando un punto de apoyo, un centro de gravedad permanente en los valores, que nos permita mantener nuestra particular biografía moral y a ser posible mejorarla.
Como decía Franco Batiato en una proclama contra la postmodernidad…  “Cerco un centro di gravita' permanente Che non mi faccia mai cambiare idea sulle cose sulla gente…”


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