Los socialistas identificaron tempranamente la necesidad de hacer
compatibles justicia y libertad (la famosa frase de Prieto, "soy
socialista a fuer de liberal"). Y las lecciones del Siglo XX (estalinismo
y derivados) es que los modelos de despotismo ilustrado para el pueblo acaban
siendo dictaduras de casta burocrática; buena parte de la izquierda comunista
aprendió la lección (algunos como los Trotskistas en carne propia), y se
recondujo su praxis política a las instituciones democráticas.
Aceptar las
instituciones supone aceptar también que se va a remar río arriba, contra el
agua caudalosa de los poderes económicos, políticos, mediáticos, religiosos, militares e internacionales establecidos; los
cuales (caso de Allende en Chile) pueden dejar de ser tolerantes si la
situación amenaza cambios inaceptables.
El peligro de la izquierda comunista o populista es que las
urgencias históricas de cambio la aparten de la legitimación democrática de la
acción de gobierno: es el dilema actual de Venezuela, donde al parecer los
dirigentes quieren rectificar los "errores" del pueblo y se niegan a
un repliegue a la oposición. Y, por supuesto, el otro peligro de ir
substituyendo el interés general por el particular...
El peligro de la socialdemocracia es relajarse y dejarse
llevar por la corriente; sobre todo cuando es dulce y no turbulenta; cuando hay
algo que repartir para todas las "clases medias". La libertad pasa a
dominar sobre la justicia, y se tensa la dinámica de relación con los
desfavorecidos.
Los sindicatos "de clase", en la medida en que han
concentrado su praxis en las "aristocracias obreras y de empleados
públicos", acaban también
adormecidas por el arrullo del agua, sin darse cuenta de que el mercado laboral
se ha dualizado y precarizado para una parte cada vez más importante de los
trabajadores jóvenes.
Y en esta situación, el centro-derecha político y las élites
económicas suscriben una santa cruzada contra el
"populismo-comunista": sólo hay que revisar las portadas de los
medios nacionales cada mañana, para ver hasta qué punto importa la obediencia a
las consignas, y lo poco que importa el servicio a la verdad informativa.
Particularmente ofende a la asimetría en la cotidiana demonización de venezolano
Maduro y la ignorancia de la larga lista de sátrapas que forman parte de la
cohorte política de la monarquía, los grandes empresarios, y las relaciones
exteriores del gobierno. Esto no quiere avalar a Maduro y su deriva ("loco como una cabra" decía hace poco el genial uruguayo Mújica).
Difícil dilema para el Partido Socialista: es ahora cuando
tiene que elegir entre un lado y otro del espectro: si se deja llevar río abajo,
habrá abandonado buena parte del territorio reformista a otras fuerzas
políticas; y de paso, las habrá dejado huérfanas de un referente histórico
necesario, que nos recuerda la necesidad de respetar reglas de juego
democráticas para evitar que las élites políticas de la izquierda migren de
Jeckyll a Hyde.
Ojo con las amistades peligrosas, de dentro y fuera del
PSOE; nos estamos jugando mucho todos los españoles...