domingo, 9 de diciembre de 2018

Externalizar o no externalizar: ¿dicotomía moral, o dilema de gestión?



La dicotomía moral entre la provisión pública o privada de la sanidad financiada con dinero público, sería maniquea si dependiera sólo de preferencias sociales o políticas; mejor reformularla como dilema de gestión y expresarla en términos manejables por teorías de organización y gestión.

La posibilidad de que la externalización de servicios a la sanidad privada funcione sin crear conflictos de interés, depende de muchas cosas (hay tres premios Nobel que han escrito sobre estos temas para la economía general):
  • que el servicio externalizado esté bien definido y sea medible, de forma que no pueda haber trade-off entre cantidad y calidad (vamos que no pueda haber oportunismo en el proveedor de servicios);
  • que esté estabilizado tecnológicamente (si es muy innovador mejor un partenariado porque no será posible definir lo que se quiere contratar);
  • que haya competencia en el mercado, para que un único proveedor externo no imponga precios de monopolio;
  • y, que la oferta (proveedores externos en este caso), no pueda inducir demanda facturable.

Por ejemplo: 
  • de siempre ha habido una fuerte externalización de media-larga estancia (hospitales de crónicos y psiquiátricos);
  • normalmente a órdenes religiosas o cruz roja (el ánimo de lucro también mitiga los potenciales conflictos de interés, aunque lo habitual es que el capital comercial huya de estos segmentos de oferta que son poco provechosos);
  • se pueden externalizar los procedimientos quirúrgicos bien definidos, como las subastas para reducir listas de espera; también los procedimientos diagnósticos, cuando hay suficiente competencia y son controlables en su calidad;
  • es  poco aconsejable, por el contrario, ceder un área poblacional a un hospital privado, pues la oferta pueda modular la demanda y materializar fuertes conflictos de interés: si es un modelo capitativo, puede reducir servicios y redirigir recursos a captar demanda de fuera del área; si es un modelo de pago por servicios, puede incrementar la facturación, sobre la base de un uso excesivo e inapropiado.

Todos estos temas, además son contextuales; dependen de la cultura social y política del país o región... 

Recomiendo un delicioso trabajo de Pepe Martín... el título habla por sí solo (y huye de la dicotomía maniquea, para dibujar un inquietante dilema de gestión y gobierno): 
El dilema entre una sanidad pública sin gobierno y una privada sin reputación https://www.bez.es/75744639/O-lo-uno-o-lo-otro.-Un-dilema-indeseable.html 

sábado, 1 de diciembre de 2018

¿Escándalo o demagogia en el Parlamento Gallego?




Le han llovido críticas a una reputada economista de la salud, por afirmar una obviedad en el parlamento gallego, donde había sido convocada:

«Se están dando tratamientos oncológicos a pacientes que no tienen más perspectiva que un par de meses por delante, y estamos gastando medio millón de euros por ganar el equivalente a un año de vida ajustada por calidad» https://bit.ly/2E8I170

El secretario general de los socialistas gallegos, profesor de Economía Aplicada, parece que en esta ocasión debió apartar por un momento sus libros, y así olvidar los problemas de racionalidad que produce “la regla de rescate”, las implicaciones de las decisiones en el coste de oportunidad, y los problemas de los precios en situaciones de monopolio.

Así, libre de equipaje, podía lanzar los dardos contra sus adversarios políticos; poco importa si el maximalismo de “salvar una vida, cueste lo que cueste, y caiga quien caiga”, trastoca la razón y lo razonable. En el fondo, él mismo se complica la vida, y erosiona su propia coherencia en una futura acción de gobierno.

Porque, la verdadera esencia de un gobierno a favor del interés general es la “eficiencia asignativa” (revisar apuntes de primero), que implica un TRADE-OFF (toma y daca) entre los beneficios y los costes que se producen con las decisiones colectivas, para conseguir maximizar los bienes que la sociedad más valora. Escandalizarse ante cualquier dilema de decisión es el camino más efectivo para enterrar la racionalidad y coherencia, y entronizar la tempestad de movimientos al hilo de titulares de medios de comunicación, como modelo de funcionamiento.

En fin; otra ocasión perdida para cultivar el diálogo y la racionalidad en el mundo parlamentario. Esperemos que sólo haya sido un fervorín político (término que usaba Ernest Lluch para estas desmesuras dialécticas).