COVID-19 es una infección; pero el reto asistencial no es combatir
al virus (aún no tenemos fármacos específicos) sino afrontar daños multisistémicos,
tormentas inmunitarias, problemas de coagulación, y fracaso respiratorio que precisa largos períodos de ventilación
mecánica.
Un hospital para COVID-19 no sería un “hospital de campaña”
para epidemias de cólera o tifus; debería ser un auténtico Hospital General
capaz de movilizar todos los servicios y procedimientos de la moderna medicina.
Los pacientes más graves de COVID-19 son mayores y arrastran
comorbilidades diversas. Cuando se hospitalizan, el valorar y continuar con los
tratamientos que ya tenían prescritos, supone un reto para las especialidades y
para la farmacia hospitalaria.
Un hospital monográfico para COVID-19 no puede concebirse
como una mera superficie diáfana y versátil y con mobiliario general y clínico
bien preparado. Lo fácil es la cama y sus suministros eléctricos, de oxígeno y
de vacío. Lo difícil es dotarle de las personas, de los servicios y de los
equipamientos del conjunto de especialidades que pueden necesitar.
Este tipo de centro, podría jugar un papel de hospital para convalecientes
y enfermos para los que se busca más aislamiento y cuidados que tratamiento. Sin negar valor
a lo que puede aportar este modelo de “Sanatorio COVID-19” a efectos de
descargar los centros en picos de desborde por olas epidémicas, lo cierto es
que no deberíamos considerarlo un Hospital General en sentido estricto; su función
puede ser complementaria y de acompañamiento, pero no central y determinante en
el tratamiento de casos graves.
Pero, si se diseñan camas complementarias para acompañar a
los Hospitales Generales… ¿por qué no ubicarlas en el propio hospital, cuando hay
camas cerradas? O ¿por qué no actuar reconvirtiendo zonas o superficies, ubicando
prefabricados en sus aledaños (donde haya espacio), o completando los recursos
con hoteles medicalizados muy próximos a cada centros hospitalario?
Esta estrategia alternativa, de “expansión local de capacidad de hospitalización” permitiría crear una reserva estratégica, movilizable desde
los propios hospitales, que utilizaría los servicios clínicos del conjunto del
hospital para tratar a pacientes, y que se beneficiaría de la proximidad de sus
pacientes para gestionar servicios centrales y generales, y para reubicarlos según
evolucione su nivel de gravedad y necesidad de cuidados.
Esta estrategia frente a la de “tipo-IFEMA” minimiza los
traslados, aporta mayor solvencia clínica, da más seguridad, permite respuestas
localmente escalables y gestionables, y mejora la eficiencia social en el uso
de recursos.
Es una opción menos llamativa para la publicidad
institucional; pero en los Hospitales Generales también pueden venir los
políticos a hacerse fotos.
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