Confieso: cada vez leo menos el periódico; y cada vez me
aparto antes de las tertulias televisivas, particularmente las de debate vivo,
hostil o dicharachero, donde se ninguna frase termina sin ser interrumpida por
otro exabrupto.
Como soy benévolo y compasivo conmigo mismo, tiendo a creer
que mi conducta es protectora para el funcionamiento de mi corteza cerebral;
busca preservarme de la tontería y la distorsión, para mantener el equilibrio y
la racionalidad.
Y es que los politólogos sobrevenidos, analistas de
periódico, opinadores mediáticos, tertulianos, y demás tropa generadora de
opinión social, tienden a ser gente indolente, de costumbres acomodaticias, y
que siguen la senda trazada sin pararse a pensar si el mundo que dicen
describir coincide con sus análisis… aquello de que “no permitas que la realidad estropee
una buena noticia”.
No sé si me pasa sólo a mi… pero cuando un periódico trata
de algo que conozco bien, siempre acabo diciendo… “no es esto, no es esto…”
Lógicamente desconfío de aquello que me dicen y de lo cual no tengo contacto
directo,
En las políticas públicas, en el gobierno de los países, en
las decisiones colectivas donde es importante que se genere una opinión
ilustrada para legitimar la acción social, es donde es más patente y peligrosa la
ausencia de trabajo, de documentación, de análisis experto, de síntesis pedagógica,
y de creación de espacios relevantes para la comunicación.
A veces sí que hay un montón de espacio disponible en los
medios: véase la crisis de Grecia; ¿seguro que hemos estado bien informados de
los contenidos reales de la negociación?; quizás un público experto que busca
activamente información pueda formarse una idea propia más completa; pero el
gran público no tiene ni este interés ni estas facilidades.
La indolencia les hace cambiar el estudio activo de los
problemas por la pasiva recogida de información de agencias de noticias y otros
medios de comunicación; y les hace substituir el juicio de la realidad, por los
prejuicios ideológicos, o su hermano menor: confrontar con otros politólogos o
tertulianos para ganar en el particular ring de audiencias o preeminencias
profesionales.
Cuando menos cabría decir que son escasamente útiles para la
función social a la que se supone deben su misión y valores. Decía el Nobel de
física cuántica Richard Feynman: “Philosophers
of science are as useful to science as are ornithologists to birds” LOS
FILÓSOFOS DE LA CIENCIA SON TAN ÚTILES PARA LA CIENCIA COMO LOS ORNITÓLOGOS LO
SON PARA LOS PÁJAROS.
¿Así de inútiles… o más todavía? Pues me temo que no sólo son inútiles, sino que a través de
la distorsión alteran la percepción de la realidad y desorientan a la opinión
pública. O peor: cuando uno lee con atención los titulares de prensa u observa
la cadencia e importancia de las noticias en un telediario, se da cuenta de la
carga de manipulación que conllevan.
Mala salud la de los politologistas,
periodistas, comunicadores o tertulianos; con excepciones honrosas, este
gremio debe hacérselo mirar. Y cabría decir en mérito de los ornitólogos, que
su amor por los pájaros tiende al conservacionismo (lo que obviamente les
beneficia); no estoy tan seguro de si hay amor entre politólogistas y
políticos, ni que la praxis de los primeros sea compasiva o reparadora para los
segundos.
¿Será éste un mal de la sociedad moderna?... ¿o tendrá la
culpa la maldita crisis?
No es por desanimar, pero atrévanse a leer lo que sigue… de
1807!!!
MEJOR NO LEER LA PRENSA
CARTA DE TOMAS JEFFERSON A
JOHN NORVEL
(Localizada por Ricard Meneu, y
difundida en su traducción para un club de amigos)
“Nada de lo que hoy vemos en
una revista merece crédito. El grado de falsedad a que llegan solamente lo
perciben quienes por su situación pueden confrontar los hechos de que tienen
conocimiento con los embustes lanzados a la circulación. Compadezco realmente a
la inmensa mayoría de mis conciudadanos que, leyendo las revistas, viven
y mueren en la creencia de que se enteraron de lo que sucedía en el mundo de su
tiempo. Añadiré que la persona que nunca pone la vista en un periódico está más
informada que los que los leen, en la medida que se halla más cerca de la
verdad quien nada sabe que el que tiene la mente ofuscada por falsedades y
supercherías.
Podría iniciarse una
reforma dividiendo las revistas en cuatro secciones:
la primera, muy
breve, encabezada por los hechos ciertos,
la segunda por las
probabilidades,
por las posibilidades la
tercera
y la cuarta por los
infundios.
Carta a John Norvell del 11 de junio de 1807:
(Dumbauld E (comp..) Jefferson. Sus escritos políticos. Ed. Diana. México 1965 )
Pues razón no le falta. ¡Y lo peor es cuando en la tertulia de turno se ponen todos de acuedo!
ResponderEliminarY tal vez sea por mi ignorancia, pero realmente se hacen díficiles de entender con su vocabulario. Algo de pedagogía a las masas no vendría mal.
Por mi parte... ¡televisión apagada! :)
Cuando en un grupo todos están de acuerdo en algo, suele ser que todos menos uno han decidido dejar de pensar...
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