Las noticias sobre patólogos que se aprovechan del laboratorio público procesando sus muestras de la práctica privada, o de traumatólogos que cobran por prótesis (algunas caducadas), alertan sobre la posibilidad de corrupción en la bata blanca... y no sólo en la corbata política o administrativa; y esto causa un gran escándalo y preocupación, porque la confianza en facultativos es esencial para la relación médico-paciente.
El tema hay que tomárselo muy en serio, no tanto por el nivel de corrupción, sino por las consecuencias que puede tener, incluso si fuera en pequeñas dosis. Hagamos algunas reflexiones sobre el problema sociológico de la corrupción en colectivos...
En cualquier grupo o profesión, encontraremos siempre a unos pocos que son naturalmente corrompibles y/o corruptores. Afortunadamente, y también siempre, habrá otros pocos que son íntegros, bien por convicción, o bien por una aversión cerval al riesgo (de ser pillados). Lo fascinante (y puñetero), es cómo la gran campana de Gauss se va inclinando hacia el lado corrupto cuando faltan razones para ser virtuosos y sobran para ser fascinerosos; cuando el sesgo vicioso dura mucho tiempo se anquilosa y penetra en la cultura, y ahí las cosas se vuelven más difíciles, porque forma parte del paisaje y nadie parece notarlo.
Fijaros ese pobre patólogo que vino trasladado al Gregorio Marañón, y se encuentra una exhibición de corrupción, con muestras de histoquímica encima de las mesas... todos sabían de que iba, y ni tomaban precauciones (corrupción como parte del paisaje). Supongo que cobrar en dinero o especie por prótesis puesta puede ser igual (¿incluso más aceptable?). Quizás en ayuntamientos como Marbella en los tiempos gloriosos del pelotazo describían esta misma sensación de impunidad...
El diagnóstico es éste... la terapéutica... cambiar los marcos institucionales, las reglas del juego, las penalizaciones, la vigilancia, y también buscar figuras ejemplares que rompan el silencio y la cultura viciada... Y aguantar varios años hasta sacar la ponzoña de la gente normal; el grupo de los corrompibles quedará ahí, pero solito y lo más aislado posible.
Y hasta que la campana de Gauss se centre, o incluso (ojalá) se sesgue hacia el lado virtuoso (donde la gente se reencuentra con lo agradable que es la normalidad decente).
Está en la naturaleza humana ser un poco malos; pero también está tanto ser un poco buenos, como muy inteligentes... Usemos pues la inteligencia...
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