Mi sentimiento está hoy con los 19 sanitarios muertos en un
remoto hospital de Kunduz, allá al norte de Afganistán. Sepultados por las
bombas de la aviación norteamericana, pero no sólo por ellas.
Primero, sepultados por nuestra ignorancia culpable: nuestra
tremenda capacidad de no mirar a otros lugares para no sufrir, para mantener
nuestra confortable alienación. Ojos que no ven, corazón que no siente. Menos
mal que siempre hay algunas personas que con su generosidad redimen al género
humano.
Pero los hay mucho más culpables: los que viven la relación
entre naciones y pueblos como una guerra soterrada; que mueven todas las fichas
para consolidar el poder; que salen como depredadores a conseguir materias
primas, consumidores para sus productos, o incluso, usuarios de sus armas
obsoletas y amortizadas para uso en interminables conflictos regionales.
Pero ya no estamos en la época de los imperios, donde las
cañoneras británicas, o las tropas norteamericanas adscritas a United Fruits,
iban a quitar y poner gobiernos... a estilo de la gran ofensiva de Estados Unidos
sobre Panamá o sobre la isla de Granada...
El mundo desarrollado genera un gran nivel de entropía, que
hasta ahora se ha evacuado al mundo pobre (tercer o cuarto mundo). Así se
desprende de la basura, de la contaminación, de la violencia más descarnada...
La enorme asimetría de poder y conocimiento ha permitido intercambiar
"limpiamente" productos por beneficios. Más tarde, en un rizo de sofisticación, ya ni
siquiera los productos industriales... sólo el diseño o los "productos
financieros", que no contaminan... China, India, Brasil... se van
convirtiendo en las grandes fábricas del planeta.
Pero el mundo se hace
pequeño; en lo ecológico, en lo comercial, en lo político, en lo industrial, en
los trasportes, en las migraciones... Y la entropía se derrama y vuelve al
mundo que se desprendió de ella tan cínicamente. Las fronteras se desdibujan:
el virus del Ébola salta continentes; africanos, sirios y mejicanos migran
imparablemente al norte; las guerras regionales impiden la extracción de
recursos y se convierten en malos negocios para el capitalismo (a excepción del
sector armamentístico); el conocimiento se difunde y permite que lejanos y
atrasados países empiecen a competir en productos cada vez más sofisticados;
internet y los medios de comunicación nos ponen cada día las atrocidades del
mundo delante de nuestros ojos... la entropía que creíamos haber desechado
limpiamente a "otro lugar" nos vuelve como bumerang y mostrando el
verdadero rostro del nuevo equilibrio del capitalismo post-moderno.
En medio de la Primera Guerra Mundial, en 1915 y desde la
prisión, Rosa Luxemburgo lanzó su famosa frase: "socialismo o
barbarie" (que ella cita como de Engels). Está claro hacia donde ha ido el
mundo. La barbarie es lo que estamos sufriendo. Un mundo donde no mandan los
que parece que mandan; y donde no hay ni siquiera un orden criminal que
articule el mundo de los económicamente poderosos: Lehman Brothers y la crisis subsiguiente
de gobernanza en las empresas y en los bancos nos muestran un pavoroso
"!sálvese quien pueda!" en el desgobierno del capitalismo tardío.
Los gobiernos, para parecer que gobiernan sin afrontar
costes políticos, han decidido intervenir "limpiamente" en zonas
donde se desborda la barbarie a través de ataques aéreos presuntamente
selectivos. Es la culminación de la desvergüenza, pretenden que sus aviones y
drones solamente persiguen malvados acreditados o silos militares bien
localizados por los satélites; y parece como si esta simple pretensión les
liberara de la culpa de la destrucción brutal que provocan: ¿daños colaterales?
Como cita el periodista Jesús Vicioso Hoyo, "la décima
parte de las bajas en conflictos bélicos en los primeros años del Siglo XX
fueron víctimas civiles. En la I Guerra Mundial , los no combatientes
supusieron un 5% del total de muertes, porcentaje que alcanzaría el 66% en la
II Guerra Mundial. En apenas un siglo, las cifras se han invertido. Actualmente, entre el 80 y 90% de los
fallecidos en conflictos bélicos son personas desarmadas"
Me llama mucho la atención un tema aparentemente menor... la
vanidad criminal de todos los que se acaban creyendo esta historia de los
"bombardeos selectivos" y desprecian de facto los "daños
colaterales" como algo que no debería haber ocurrido, pero que en ningún
caso empaña la virtud de la intervención principal; obviamente, hay una
consternación por las víctimas (especialmente si son de piel blanca, de bata
blanca, o salen muy nítidas en el telediario de la noche), que dura tan poco
como la promesa de una "comisión de investigación"... ¿alguien
recuerda el resultado de estas comisiones... o alguna medida de responsabilidad
sobre los autores de los desastres?
Ni los ingenieros, ni los estrategas, ni los pilotos...
parecen capaces de entender que es simplemente imposible dirigir sus
instrumentos hacia "el mal" (tal y como a ellos se lo definen los
políticos): la vanidad les ciega, y no son capaces desde las alturas de ver a
la gente a la que le caen los proyectiles... pero esa ceguera es demasiado
conspicua para no ser criminal...
¿Qué tal promover que la ONU prohíba los ataques militares aéreos
por siempre... y en toda situación que no sea de guerra abierta entre países?
(esto último porque lamentablemente la guerra, incluso la más
"civilizada" es siempre un genocidio de baja intensidad, donde da
igual lo que se legisle...).
Es interesante citar un suceso de agosto de 1985: Paul Bregman, que fue el navegante del
bombardero B-29 que arrojó una bomba atómica sobre Nagasaki el 9 de agosto de
1945, se ahorcó... en su casa de Los Ángeles. Los familiares de Bregman, de 60
años de edad, declararon que se encontraba aún en una profunda depresión por su
participación en el holocausto y que había anunciado que se iba a suicidar en
el 40º aniversario.
El efecto criminal de nuestras acciones u omisiones no es
tan evidente ni culposo como el del navegante del avión que trajo la muerte
directa a 75.000 habitantes de Nagasaki. Pero las trazas de responsabilidad nos
llegan a todos en mayor o menor medida.
Pobres compañeros de Médicos Sin Frontera ... tan solos
ellos para redimir a un todo un mundo bárbaro y degenerado.
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