domingo, 4 de octubre de 2015

La vanidad criminal de los bombardeos selectivos y los daños colaterales: barbarie, todo barbarie...

Mi sentimiento está hoy con los 19 sanitarios muertos en un remoto hospital de Kunduz, allá al norte de Afganistán. Sepultados por las bombas de la aviación norteamericana, pero no sólo por ellas.

Primero, sepultados por nuestra ignorancia culpable: nuestra tremenda capacidad de no mirar a otros lugares para no sufrir, para mantener nuestra confortable alienación. Ojos que no ven, corazón que no siente. Menos mal que siempre hay algunas personas que con su generosidad redimen al género humano.

Pero los hay mucho más culpables: los que viven la relación entre naciones y pueblos como una guerra soterrada; que mueven todas las fichas para consolidar el poder; que salen como depredadores a conseguir materias primas, consumidores para sus productos, o incluso, usuarios de sus armas obsoletas y amortizadas para uso en interminables conflictos regionales.

Pero ya no estamos en la época de los imperios, donde las cañoneras británicas, o las tropas norteamericanas adscritas a United Fruits, iban a quitar y poner gobiernos... a estilo de la gran ofensiva de Estados Unidos sobre Panamá o sobre la isla de Granada...

El mundo desarrollado genera un gran nivel de entropía, que hasta ahora se ha evacuado al mundo pobre (tercer o cuarto mundo). Así se desprende de la basura, de la contaminación, de la violencia más descarnada... La enorme asimetría de poder y conocimiento ha permitido intercambiar "limpiamente" productos por beneficios.  Más tarde, en un rizo de sofisticación, ya ni siquiera los productos industriales... sólo el diseño o los "productos financieros", que no contaminan... China, India, Brasil... se van convirtiendo en las grandes fábricas del planeta.

Pero el mundo se hace pequeño; en lo ecológico, en lo comercial, en lo político, en lo industrial, en los trasportes, en las migraciones... Y la entropía se derrama y vuelve al mundo que se desprendió de ella tan cínicamente. Las fronteras se desdibujan: el virus del Ébola salta continentes; africanos, sirios y mejicanos migran imparablemente al norte; las guerras regionales impiden la extracción de recursos y se convierten en malos negocios para el capitalismo (a excepción del sector armamentístico); el conocimiento se difunde y permite que lejanos y atrasados países empiecen a competir en productos cada vez más sofisticados; internet y los medios de comunicación nos ponen cada día las atrocidades del mundo delante de nuestros ojos... la entropía que creíamos haber desechado limpiamente a "otro lugar" nos vuelve como bumerang y mostrando el verdadero rostro del nuevo equilibrio del capitalismo post-moderno.

En medio de la Primera Guerra Mundial, en 1915 y desde la prisión, Rosa Luxemburgo lanzó su famosa frase: "socialismo o barbarie" (que ella cita como de Engels). Está claro hacia donde ha ido el mundo. La barbarie es lo que estamos sufriendo. Un mundo donde no mandan los que parece que mandan; y donde no hay ni siquiera un orden criminal que articule el mundo de los económicamente poderosos: Lehman Brothers y la crisis subsiguiente de gobernanza en las empresas y en los bancos nos muestran un pavoroso "!sálvese quien pueda!" en el desgobierno del capitalismo tardío.

Los gobiernos, para parecer que gobiernan sin afrontar costes políticos, han decidido intervenir "limpiamente" en zonas donde se desborda la barbarie a través de ataques aéreos presuntamente selectivos. Es la culminación de la desvergüenza, pretenden que sus aviones y drones solamente persiguen malvados acreditados o silos militares bien localizados por los satélites; y parece como si esta simple pretensión les liberara de la culpa de la destrucción brutal que provocan: ¿daños colaterales?

Como cita el periodista Jesús Vicioso Hoyo, "la décima parte de las bajas en conflictos bélicos en los primeros años del Siglo XX fueron víctimas civiles. En la I Guerra Mundial , los no combatientes supusieron un 5% del total de muertes, porcentaje que alcanzaría el 66% en la II Guerra Mundial. En apenas un siglo, las cifras se han invertido. Actualmente, entre el 80 y 90% de los fallecidos en conflictos bélicos son personas desarmadas"

Me llama mucho la atención un tema aparentemente menor... la vanidad criminal de todos los que se acaban creyendo esta historia de los "bombardeos selectivos" y desprecian de facto los "daños colaterales" como algo que no debería haber ocurrido, pero que en ningún caso empaña la virtud de la intervención principal; obviamente, hay una consternación por las víctimas (especialmente si son de piel blanca, de bata blanca, o salen muy nítidas en el telediario de la noche), que dura tan poco como la promesa de una "comisión de investigación"... ¿alguien recuerda el resultado de estas comisiones... o alguna medida de responsabilidad sobre los autores de los desastres?

Ni los ingenieros, ni los estrategas, ni los pilotos... parecen capaces de entender que es simplemente imposible dirigir sus instrumentos hacia "el mal" (tal y como a ellos se lo definen los políticos): la vanidad les ciega, y no son capaces desde las alturas de ver a la gente a la que le caen los proyectiles... pero esa ceguera es demasiado conspicua para no ser criminal...

¿Qué tal promover que la ONU prohíba los ataques militares aéreos por siempre... y en toda situación que no sea de guerra abierta entre países? (esto último porque lamentablemente la guerra, incluso la más "civilizada" es siempre un genocidio de baja intensidad, donde da igual lo que se legisle...).

Es interesante citar un suceso de agosto de 1985: Paul Bregman, que fue el navegante del bombardero B-29 que arrojó una bomba atómica sobre Nagasaki el 9 de agosto de 1945, se ahorcó... en su casa de Los Ángeles. Los familiares de Bregman, de 60 años de edad, declararon que se encontraba aún en una profunda depresión por su participación en el holocausto y que había anunciado que se iba a suicidar en el 40º aniversario.

El efecto criminal de nuestras acciones u omisiones no es tan evidente ni culposo como el del navegante del avión que trajo la muerte directa a 75.000 habitantes de Nagasaki. Pero las trazas de responsabilidad nos llegan a todos en mayor o menor medida.


Pobres compañeros de Médicos Sin Frontera ... tan solos ellos para redimir a un todo un mundo bárbaro y degenerado.  

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