Ahora que tanto se lleva comparar España y Venezuela, me
cuenta un amigo muy viajado por toda Lationamérica esta anécdota sobre la
micro-corrupción.
Resulta que mi amigo tenía que sacarse pasaporte y otra
documentación de su país natal, tras una larga etapa de vivir fuera. Su familia le pone en contacto con una
persona que le va a ayudar; éste le lleva a las oficinas gubernamentales, y le
conduce saltándose una larga cola al interior de los mostradores donde se
atiende a los ciudadanos. Los funcionarios dejan de atender a la cola, se
muestras efusivos con el conseguidor, que les regala unas medicinas y perfumes
que lleva en una caja.
Consiguen así el primer documento, y van a otra cola donde
se repite el mismo procedimiento. Mi amigo está abochornado porque todo se hace
sin ningún disimulo, mientras la pobre gente que espera mira y calla. Cuando se
va a repetir por tercera vez el espectáculo, le pide amablemente mayor
discreción.
El conseguidor le dice que no... y a grandes voces afirma que esta gente son PENDEJOS; y son pendejos por no
usar a alguien como él para colarse. Y que si no le gusta que se vaya a España,
que allá son todos unos pendejos y no saben cómo hay que hacer las cosas para
que funcionen.
Como si fuera una premonición, al cabo de no mucho tiempo,
mi amigo acabó viniendo a España a vivir y a trabajar. La micro-corrupción en
la vida cotidiana (civil y laboral) se le hacía insoportable...
Esta historia es de los años 80... mucho antes de los Chavez, Maduro, Morales, Kirchner, etc...
¿Moraleja?: que los países con poca institucionalidad lo tienen
mucho más difícil que nosotros; la pena es que posiblemente esta es parte de la
herencia que los españoles del pasado dejaron en América...
Efectivamente, ese es el contexto cotidiano en cualquier lugar donde la desigualdad social es notoria y la consciencia, escasa. Cuestión de escala : aquí con los recomendaos pueden verse situaciones parecidas, en la Seguridad Social sin ir más lejos. Ni siquiera la institucionalidad salva de lo arbitrario sin una consciencia social que impida normalizarlo. Microconflictos de clase, tensión confrontativa, empoderamiento civil, ética ciudadana, llámalo como quieras : correlación de fuerzas que el ser discreto sólo maquilla o ensordece, tranquilizando al beneficiario. Ese es el talón de Aquiles del reformismo, que en lugar de atacar la raíz del problema, embellece sus consecuencias. No hay solución intermedia : o pendejo o hijoputa, se note o no. Jodido dilema
ResponderEliminarJodido dilema, en efecto; la injusticia menos evidente permite una zona de confort; y esto anestesia; por eso las palancas para mover la sociedad cuando la desigualdad se gestiona sin estridencias llamativas exige mucha más integridad personal de los gobernantes, y muchísima más inteligencia para que no se te echen encima todos sin que nadie te defienda.
ResponderEliminarPensaba ahora en un micro-privilegio que no es tan micro; los funcionarios de la administración general del estado tienen un mutualismo administrativo que les permite ventajas en elegir la sanidad pública o la privada. Cuando se propone acabar con esta discriminación, UGT y CCOO de enseñanza reclaman que es una conquista histórica de los enseñantes...
uf!
Podríamos hablar de la escuela concertada y sus criterios y baremos de selección...
Con elegancia se pueden sujetar muchas injusticias; lo que pasa es que las economías como la de España no tiene holgura para mantener dicha elegancia, sobre todo porque las castas han decidido apropiarse de forma rápida y obscena de la renta del trabajo... aunque suba la presión y aunque maten a la gallina de los huevos de oro; la postmodernidad ha construido un monumento a la miopía y avaricia de los poderosos...