Confieso haber
defendido de forma un tanto automática e irreflexiva aquello del principio de
autodeterminación de los pueblos (como parte del aroma de la descolonización de
los imperios).
Pero reflexionando
sobre el tema, me surge una objeción lógica irresoluble a dicho concepto: si
dicha autodeterminación se formula como principio ético-político, nadie podría
predicarlo de Cataluña respecto a España, sin aceptarlo de forma consecuente
para Tarragona respecto a Cataluña, o del Delta del Ebro respecto a Tarragona. La
generalización de este principio llevaría a la progresiva atomización de los
Estados, en un sentido que resultaría regresivo desde el punto de vista económico,
social y cultural e impracticable…
Si no va de
principios, el asunto debe de ir de historia: todas las fronteras tienen una
génesis histórica, que parte de condicionantes geográficos, migraciones,
guerras, alianzas, y muchas más cosas. El único enfoque, entonces, sería
utilitarista: ¿qué se gana y qué se pierde con la separación? Incluso cuando la
predica una zona rica de un país respecto de una pobre, los costes de la
separación pueden ser insoportables.
Teniendo en
cuenta la globalización, la necesidad de construir espacios económicos y
sociales más amplios, y el monopolio político que tiene España para la entrada
de nuevos países en la UE… parece que la opción de separación tiene para
Cataluña unos costes abrumadoramente más altos que beneficios. Como para
realizarlo unilateralmente se ha de romper el marco Constitucional, no logro
ver puede conseguirse más que con un nivel de violencia cuasi-insurreccional; a
lo Gandhi lo veo imposible (no hay independencia low cost tal y como va la cosmología dominante en el nacionalismo
español).
No parece el momento
de invocar el “internacionalismo proletario”; pero sí de señalar que los grandes
retos ecológicos y humanos hoy exigen una acción solidaria e inteligente, que va
en el sentido contrario de levantar nuevas fronteras. La buena gobernanza es
parte de la solución; la corrupción y mala calidad política de los líderes es el
verdadero problema que ancla a las naciones en el subdesarrollo y la decadencia.
En fin: ni por
principios éticos, ni por ventajas utilitarias, ni por desprenderse de
liderazgos mediocres… veo lógica o
ventaja en el procés; más bien una
cagada, solo equiparable en su dimensión descomunal a la de los vecinos británicos
con esto del Brexit.
No sé si los
pueblos se equivocan, pero sí que sus dirigentes pueden meterlos en una espiral
de destrucción. Ojalá no vayan mucho más lejos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.